-N.R.G.
La luna llena anunciaba que era tarde, al menos para la gente normal que se retiraba a dormir a las 10, como mi madre. Yo estaba aún frente a la luz de la computadora, que contrastando con la penumbra del resto de la casa resultaba cegadora, haciéndome cargo de pendientes que debía entregar al día siguiente, como era costumbre.
El molesto sonido del refrigerador competía
contra el del esforzado CPU, pero ninguno de ellos podía opacar al del reloj de
pared de la sala. A parte de eso, todo
estaba en un relativo silencio que sólo se fracturaba por algunos pocos golpes
al teclado.
Repentinamente escuche una risita que venía
del cuarto de a lado, donde estaba acostada mi madre. «Seguramente está soñando
con algo divertido» pensé. Pero al instante me vi atacado por una tormenta de
pensamientos alocados: «¿Y si en lugar de una risa fue un llanto? O, tal vez sí
fue una risa, pero no de mi madre. Tal vez sean esos espectros de los que tanto
hablan, o voces de la muerte. ¿Una risa tan tarde y rompiendo tal silencio?
Quizá solo estoy volviéndome loco. Quizá es la falta de
descanso. Seguro es eso.»
Tras eso me tranquilicé y di un trago
profundo al café. Volví a pensar con claridad. «Solamente fue un ruido
extraño que debió confundir mi oído». Todo rastro de miedo se desvaneció en el momento en que
recordé que mi madre estaba muerta desde hace tiempo ya. Los muertos no ríen, y
muy probablemente tampoco lloran. Nunca debí desenterrarla.
Escrito por: N.R.G