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DUALIDAD

-Maleni Cervantes


No importaba que el viento gritara su nombre, el fuego no dejaría de quemar su interior. Todo a mi alrededor daba vueltas, el eco de los sonidos me aturdía. Las sirenas de las patrullas opacaban el estado de quietud que envolvía mis alrededores. Mi pensamiento retumbaba, los ruidos no cesaban, luces relampagueantes, azules y rojas. ¿A quién buscan? ¿Por qué tanto escándalo?  El cuerpo de la mujer estaba ardiendo en llamas. La carne volvería a ser cenizas, ella era polvo y en polvo se convertiría. Trozos de su cuerpo en una gloriosa cena acompañada de fogata. ¿A mí qué me importa que hayan asesinado a una mujer? La víctima tendría alrededor de 18 años. El asesino era su padre, un hombre de 45. Al parecer no se dio a la fuga, por lo que fue encarcelado de inmediato. Me gusta que el agua caiga sobre mi rostro. El jabón sirve para limpiar la piel, el alcohol para limpiar el alma. «Toc-toc». «¿Qué quieren? ¿Qué me importa a mí la muerte de Alejandra? Déjenme, yo no hice nada», comenzó a gritar el hombre desde su celda, la tranquilidad se ausentó y dio paso a la realidad. ¡Alejandra! Ella es mi hija, el asesino soy yo. A mí es a quien buscan. ¿Cómo olvidar el correr de la sangre por mis manos? Ella estaba muerta y no regresaría más. Tengo que huir, cambiaré de vida y de identidad. No dejaré que me atrapen. ¿Qué me importa que el fuego deje de quemar? Él seguía ardiendo de remordimientos. Tomó la sábana que cubría la colchoneta de su celda y se ahorcó. Un buen corte de cabello y unos pupilentes. Nadie me ha reconocido. O puede que sí… Cuando me ven cuchichean y tratan de observarme detenidamente. ¿Ahora qué hago? La noticia del suicidio se propagó tan rápido que el pueblo se sintió indignado porque los guardias no evitaron la situación. De tanto huir me quedé sin dinero. No he comido, tampoco he podido dormir. Para colmo, un loco que vendía el periódico decía a gritos que yo había muerto. Dos días de tensión y otra muerte se hizo presente. Deslizar la luna, cubrir de muerte, la sangre no se paraba de derramar. Tuve que matar, me vi obligado a hacerlo de nuevo. Ese niño y su madre sabían quién era yo. No tengo que dejar que nadie me descubra. Ir a prisión no será mi destino.

   —¿Por qué lo hizo?

   —…

   —Señor, tenemos testigos de que usted asesinó a su madre y su hermano.

   —Yo no lo hice, no soy un maldito monstruo.

   Ahora que desperté en mi casa, me encontraba desnudo en mi habitación. Me duché, me vestí, luego fui a buscar a mi madre y a mi hermano. No estaban.

   —¿Cómo explica la muerte de sus familiares?

   — No tuve opción, ellos sabían quién era yo... Ellos me obligaron…

   Al bajar a la cochera para sacar el carro e ir a trabajar, me encontré con los cadáveres de mi madre y mi hermano completamente mutilados. ¿Por qué ellos! Voy a encontrar al responsable y lo mataré. El joven fue encarcelado y puesto en la misma celda que el padre de Alejandra.

   —  ¿Por qué lo hiciste? ¡Maldito desgraciado!

   — Al menos yo no maté a mi madre.

   —Pero sí a tu hija…

   —¿Y tu hermano? ¿Qué sentiste al ahorcarlo? ¡Al verlo poner sus ojos en blanco! ¡Al mutilar su cuerpo inerte!

   Llamé a la policía y cuando llegaron, los estúpidos creyeron que yo era el asesino.

   —¡Cállate! ¡No sabes lo que dices!

   —¿Qué dices de los gritos de dolor de tu madre? ¿Qué sentías mientras la apuñalabas con un cuchillo barato?

   —Tú no puedes juzgarme, te tragaste a tu hija en filetes precocidos con verduras y vino tinto.

   —¿Estás seguro de que fui yo? ¿Qué acaso yo no soy tú? ¿Qué tú no eres yo?

   — …

   —Huías del homicidio de Alejandra, ¿no?

   Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Yo era el maldito asesino. No había duda alguna... ¡Maté a mi madre! ¡A mi hermano! Comenzaron a escucharse golpes y gritos dentro de la celda. El lavabo estaba en el suelo y un hombre incrustado en las varillas que lo sujetaban. La sangre corría a ríos. Las promesas son para cumplirse, tengo que pagar. Primero la muerte de mi novia, ahora la muerte de mi familia. Mi existencia: ¡maldito desastre!

   —Maté a mi familia…

   —¡Y yo a mi hija!

   —

 

                                            


   —¡Soy esencia!

   Los gritos de dos mutiladores, la voz de uno solo. Esto es lo que sucede cuando el viento grita su nombre y el fuego quema tu interior. Yo no sabía quién era. Soy el padre. El hijo. El hermano. El asesino. El viento. El fuego... 

  

Escrito por: Maleni Cervantes

Ilustraciones: Gasolina en Polvo         

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